lunes, 27 de abril de 2009

Sergio Aquindo, dibujante mendocino editado en Francia


“Mi hogar es mi laburo”
Es mendocino, dibujó en Los Andes y hace años que vive en Francia. Acaba de publicar un libro con sus últimos esbozos conceptuales: "La mère machine". Aquí Sergio, con su humor interesante, nos cuenta sobre ese éxito y los otros.


El trazo irreverente. Sergio Aquindo diseña, entre sus pinceles, esa maquinaria humorística con la que conquista a los lectores parisinos .



Hace diez años que partió. Si bien se evitó en nuestro país la debacle de 2001, tampoco fue “dibujar y cosechar rosas” sus primeros tiempos de inmigrante europeo: tuvo, incluso, que oficiar de albañil mientras paseaba sus ilustraciones por diferentes editoriales.

Primero probó en Londres, donde el cielo lluvioso se imprime en el alma de las gentes de aquella ciudad; es por eso que la frialdad no calzó bien con su índole latina. Partió entonces a París, que lo cobijó de mejor talante pero le impuso, alguna que otra vez, dibujar a la intemperie, saltar de casa en casa; sin papeles y con el poco dinero que juntaba en changas.

Nada fácil. ¿Por qué se quedó? Mendoza, está clarísimo: es una ciudad exigua para desarrollar el oficio de dibujante e ilustrador y, en Francia, era cuestión de insistir, nada más. Es que, luego de un tiempo de penurias, el jovencito viró su destino: comenzó para trabajar para el prestigioso Le Monde (faena envidiada por muchos) y ése fue el pasaporte para su “otra vida”, una en la que Sergio Aquindo despliega el talento a sus anchas.

Si bien ya ha materializado con sus dibujos varios proyectos editoriales (“Lexique érotique illustré”, de Alfred Delvau; por ejemplo), acaba por estos días de publicar su primer libro con textos e ilustraciones. Se llama “La mère machine”, de Editions Rackham, y en él despliega su inteligencia y profundidad conceptual al servicio de los trazos visuales (tales son las delicias que se extrañan de él por estas tierras).

Como nos enteramos de tan importante novedad, lo contactamos para que cuente. Aquí, las precisiones.

- ¿Cómo es hoy tu situación luego de años difíciles?

- Fueron difíciles porque no estaba preparado. Me acuerdo que Juan Giménez (ilustre dibujante mendocino que triunfó en Europa en los ‘80) andaba por Mendoza cuando yo estaba por irme (cerca de 1999), y lo fui a ver. Le mostré mi carpeta y él me dijo: “Vas a encontrar laburo ahí nomás con tu talento... bla, bla, bla”.

Después del porrazo de la experiencia europea, lo volví a ver hace un año, en su casa en Sitges, en Barcelona. Se reía: “¡Qué asustado estabas, Aquindo! ¡Menos mal que no te dije la verdad. Si no, no venías!”. Lo más duro (irme, bancarme la readaptación, la lejanía), ya lo hice.

- ¿Has conseguido “escribir” con tu dibujo o todavía falta algo?

- Falta fluidez y, sobre todo, unir cierto deseo “plástico” con esa necesidad narrativa. Estoy contento con mi dibujo actual, lo veo más íntimo que antes, pero estoy lejos aún de lo que quiero.

- Antes fueron “Los juguetes perdidos de Romilio Roil” (un libro infantil reeditado por L'Oeil d'Or en 2003), ahora “La madre máquina”. ¿Problemas con la infancia?

- (en tono de broma) Bueno, sí: entre los más dramáticos y constitutivos de mi genialidad artística: ser malísimo para cualquier deporte, ser asmático y, sobre todo, ser un pésimo seductor de niñas. Me pasé toda la primaria declarándome a la misma piba; que se contentaba, año tras año, con la misma respuesta: no, en todas sus variantes musicales. ¿Será suficiente todo esto para explicar mi caso, doctor?

-¿Qué temas picantes de la opinión pública -francesa o mundial- has ilustrado últimamente?

- Nada demasiado problemático. ¡Lo problemático es dibujar un retrato! Soy malísimo para eso. Me acuerdo de haber sufrido mucho con un dibujo sobre Ban Ki Moon (Secretario de la ONU), donde no se podía distinguir si el tipo era coreano, argentino o sudanés. Una anécdota graciosa sobre el dibujo, que tiene que ver (o no): para el renovado de mi visa, fui con una carpeta de mis últimas publicaciones.

Se sabe que el funcionario público es un ser desprovisto de humor. La cosa es que en ese momento, 2004 creo, estaba la polémica sobre las caricaturas de Mahoma; el clima era tenso. Entre las revistas que llevé para probar que soy dibujante, había una en cuya tapa tenía un retrato de Bin Laden, que -si no me equivoco- no tiene la misma cara que Mahoma.

Cuando la puse sobre la mesa y quise buscar la página con mi dibujo, el funcionario se enojó: “Espero que no sea usted el que dibujó esas caricaturas y armó todo este lío!”. “No, no, yo sólo dibujé los bigotes”, le contesté. Queda confirmado, no tienen humor: mi visa de un año corrió serio peligro aquella vez, pero sigo con la intención de hacerme musulmán.

-¿Cómo filtrás tu opinión en una ilustración que se basa en la opinión de otro?

- No sé si lo logro. No busco a toda costa poner “mis opiniones” cuando me piden una ilustración. Además, mi opinión sobre todo se resume a estar siempre en contra, así que no es muy sutil como opinión política. Donde sí lo hago es en los dibujos editoriales para Le Monde, porque ahí soy yo el que pongo el tema.

Si es “muy candente”, no lo publican. Así de simples son las cosas. En los cajones del diario quedaron varios dibujos: uno sobre Sarkozy, que se llamaba “El mercachifle”, donde lo mostraba vendiendo banderitas y estatuillas de “árabes”; o algún dibujo sobre las internas del Partido Socialista francés, donde los ponía como un dragón de dos cabezas que se incendiaban mutuamente. Pero insisto en que no me considero un “ilustrador de opinión”, como puede ser Sábat; que es uno de los más grandes del mundo.

-¿Cómo se gana la vida un artista argentino con papeles franceses?

- Mi situación es: soleado, pero inestable y con precipitaciones. Una vez que te vas de tu país, pasás a ser un extranjero definitivo. Mi hogar es mi laburo, mis dibujos, mis proyectos.

Económicamente estoy siempre al día, la vida de free-lance es así y no me quejo; al contrario, me deja mucho tiempo libre. Así que sigo ganando el mango con colaboraciones prestigiosas y otras menos, pero igualmente alimenticias: lleva tiempo amasar la fortuna, ¡incluso en Europa!

Lo importante es que estoy construyendo algo mío y que he logrado mantener mi espacio todo este tiempo. Es rejodido mantener tu lugar cuando hay tanta competencia como en París; de a poco, voy ensanchando mi terreno.

- Hay más que dibujos en “La madre máquina”, ¿nos explicás este concepto?

- No sé si hay un “concepto”, hay una historia. La historia de esas máquinas raras, del inventor, del taller que las fabricaba, testimonios de gente que usaba las Máquinas Madres. Con esos textos intento captar otros ambientes, otras sensaciones, que no logro captar con el dibujo.

Quiero que los dibujos y los textos funcionen como conjunto, sin estar al servicio del otro. Lo importante es la sugestión, el clima: crear un universo. Sigo buscando que el lector se sienta como en el cine: fuera del mundo, en otra temporalidad, a pesar de que sean imágenes “realistas”.

- ¿Cómo surgió la idea?

- Hace 10 años, en Mendoza, en el libro que hicimos con el Ale Crimi: “Bolsa de gatos” (se refiere al que editó Diógenes). Era sólo un chiste al principio: que las madres son máquinas y había que clasificarlas. Así fueron surgiendo personajes: la Madre Rústica, la Madre Práctica, etc.

El asunto me daba vueltas y pensé hacer un libro. En Francia seguí trabajando la idea; pero más tiempo pasaba, más me aburría como chiste. El chiste impedía mirar los dibujos de otra manera: como inventos puros o como formas. Ahí empecé a dibujarlos como planos técnicos. La idea del libro es mezclar ficción y realidad: “Miren lo que encontré revolviendo libros viejos, ¡un invento argentino de los años ‘20!”.

- ¿Cuánto trabajaste en el libro y cómo fue el proceso?

- Entre 2004 y 2008, con intervalos en los que estudiaba seriamente el estilo Van Gogh de cortarse la oreja, aunque yo quería cortarme otras partes del cuerpo. El proceso fue un parto (nótese la paradoja: parto/máquina madre) porque entre ese chiste inicial y el libro terminado, pasaron muchas preguntas.

-¿Qué proyectos estás interesado ahora en desarrollar?

- Los personales, que salgan de una necesidad íntima. Eso es lo que tiene sentido para mí. Sigo buscando en la misma dirección, con otro proyecto de textos e imágenes, que mezcla dibujos y grabados. Se va a llamar “Harry y los niños desesperados” (¡y dale con la infancia!). Ahí van a estar los dibujos de los que me siento, por el momento, más satisfecho.
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